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sábado, 6 de julio de 2013

¡Soy único!

      Todos somos diferentes, aunque nos creamos que no. Todos tenemos algo que aportar al resto del mundo pero muchas veces, el hacer lo mismo que los demás e intentar ser como ellos no podemos verlo, no podemos descubrir que somos únicos. Aquí os presento una historia que aunque es un poco extraña, espero que os guste:
      Nuestra historia comienza en el prado. Un tranquilo prado alejado de la ciudad. Allí vivía nuestro protagonista, el toro Locho. Un gran toro negro, de grandes cuernos, con una mancha blanca en la espalda. Su naturaleza, aunque aparentemente igual al resto, tenía algo diferente. No tenía esa gran obsesión que tenían el resto de toros en los encierros, o en las corridas. Él quería ser payaso de circo. Ciertamente es un poco extraño que un toro prefiera la nariz roja y gigante y los zapatones, a los cuernos afilados; los niños a los toreros, la carpa del circo a la plaza de toros. Pero es que Locho no era como los demás  y no quería serlo.
      Desde que era pequeño, aquel prado se había convertido en el lugar de entrenamiento de los toros y en el de sufrimiento de Locho. No había echo otra cosa con sus amigos ni con su familia. Sólo prepararse para su futuro.
      A los tres años, ese futuro que tanto deseaba que no llegase se convirtió en su presente. Se encontraba en uno de los camiones que le llevarían hasta Pamplona. 
      Todos los toros le miraban extrañados:
      -¡Eh, Locho! ¿Qué te ocurre? ¿No estás contento? Esto es lo que siempre hemos deseado todos, correr en las calles de Pamplona. Vamos a ser los protagonistas.
       Cuando le dijo esto, Locho se giró. No le apetecía para nada ir allí y mucho menos correr. Estaba todo preparado y los toros estaban impacientes.
      -¿Qué te pasa Locho? ¿No estás contento?
      -¿No ves que es el raro?-intervino uno de los toros más grandes.
      -¿Qué hay de malo en soñar algo distinto que los demás?-respondió Locho.
      -Mucho. Somos toros, estamos hechos para eso, para correr, para darlo todo en la plaza. No para ir por el mundo haciendo gracietas.
      Locho se dio la vuelta. Estaba cansado de sus burlas.
      -¡Que hagan lo que quieran! Si lo que quieren es que les trinchen, eso conseguirán.
      1 de enero, 2 de febrero...7 de julio San Fermín.
      Todo dispuesto, las personas colocada, los toros en su sitio pero, ¿dónde está Locho?
      Al rato aparece con un traje de payaso. El resto de toros se caen al suelo de la risa y, cuando se levantan, toca el momento de salir corriendo. Todos como balas menos Locho que va caminando lentamente por la calle. Cuando se encontraba a un niño en su paseo, se ponía a dos patas y con dos bolas que sacaba(con cierta dificultad)de su bolsillo se ponía a hacer malabares  Los medios de comunicación no tardaron en darse cuenta de este hecho y la atención se centró en el toro de circo. Todos los canales estaban pendientes del toro de circo.
      -¿Qué está haciendo ese toro? ¿Ha perdido el juicio?-decía desconcertado un corredor habitual que ese año lo miraba desde un balcón.
      -Ese toro es único. Jamás había visto eso-respondió un niño que lo miraba desconcertado-lo quiero.
      -¡Cómo que quieres a ese toro por mascota!
      Al escuchar eso, Locho se sentó y después comenzó a rodar, igual que un perro bebé. Las cámaras de televisión grababan todo de cerca y el dueño de Locho se acercó al niño que lo quería como mascota y a su madre. Tenía que desacerse de él. ¿De qué le iba a servir un toro que se negaba a correr?
      -Se lo vendo por trescientos euros. ¿Qué le parece señora?
      -¡Ni hablar! ¿Cómo voy a tener a ese animal en mi casa? 
      -Porfa mamá. Que al fin y al cabo es más grande que el chihuahua que quieres y más barato.
      -Cariño no podemos tener un toro en casa.
      El niño pequeño quería a Locho le costase lo que le costase y le entró una rabieta. Las cámaras de televisión se centraron en el niño y en las televisiones de toda España apareció de titular: "amor a primer toro".
      -Por favor señora, no puede hacerle esto a su hijo o quedará delante de todo el país como "la amargada de Pamplona" Piense en todas las repercusiones que puede tener eso en su vida y por sólo trescientos euros puede ahorrarse todo eso y evitar que su niño se coja un trauma.
      -Eso mamá, si no haces eso por mí, me deshijo-dijo el niño cruzándose de brazos.
      -Bueno, tampoco hace falta que te pongas así. Te compraré al toro pero si luego te mete una cornada no seré yo la responsable. ¿Entendido?-respondió la madre sin poder creerse que iba a comprar un toro.
      El dueño de Locho y la madre del niño cerraron el trato y Locho se fue a vivir a la mansión de sus nuevos dueños que había en la montaña. 
      Aunque no consiguió ser payaso de circo, Locho consiguió su sueño, hacer feliz a un niño, y todo gracias a haberse mantenido tal y como él era.
      En lo que respecta al resto de toros, todos acabaron trinchados, como Locho dijo.
      Una noche , Locho miraba la luna desde su nuevo hogar y pensaba:
      -He de sentirme afortunado porque seguro que he dejado huella y que jamás a habido otro toro como yo:
¡SOY ÚNICO!



  

1 comentario:

  1. Es una historia preciosa y muy interesante. Enhorabuena por tu nuevo blog!

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