Capítulo 2 (parte 1)

      Para mi maestro:
      No puedo esperar por más tiempo, ni tan siquiera a que me respondas. Tardas demasiado. Necesito que me ayudes. Me estoy abrasando por dentro y siento que hay algo que me va destruyendo lentamente. No te voy a mentir: tengo miedo. Dijiste que no me haría daño y, sin embargo, en ocasiones me retuerce el alma y, créeme, es algo bastante doloroso. A veces siento que en cualquiera de esos momentos terminará conmigo definitivamente. El problema ya no es lo que sale de mí, sino lo que guardo. Me prometiste que me ibas a ayudar a controlar lo que tu llamas «el Poder», pero yo no lo quiero. Solo deseo que me ayudes a deshacerme de él. ¡No quiero morir! Ya me he cansado de jugar a ser Naura y...

      «Naura, ¿me oyes?»
      La chica se volvió hacia la puerta de su habitación y vio aquellos ojos que le arrebataban el sueño cada noche. Al ver que hablaban, el lápiz cayó al suelo.
     —¿Qué quieres?
      «Quiero ayudarte»
      La voz resonaba en su cabeza mientras miraba las pupilas de su interlocutor.
      —¿Cómo?
      «Quiero protegerte de él». «Me han enviado para mantenerte a salvo y conducirte a nuestra tierra». «Solo así podrás evitar que te mate».
       —¿Quién es «él»?
      «El anterior portador del poder». «Es uno de los antiguos hechiceros negros de mi mundo y está dispuesto a volver a la vida para arrebatártelo y para eso tiene que matarte» «La única solución es que vengas conmigo a mi mundo y entregues la magia; si  te quedas aquí terminarás muriendo».
      Naura se sentía confusa. Por un lado, en su mente resonaban las palabras del Maestro diciéndole que no debía escuchar a aquellos ojos, que tenía que aprender a ignorarlos. Por el otro, estaba el hecho de que cuanto más tiempo pasaba, más débil se sentía. Y no quería morir o, al menos, no todavía. Aquel extraño ser le ofrecía la oportunidad de solucionarlo, de deshacerse del Poder para siempre, algo que su maestro se había negado a hacer.
      —¿Por qué debería confiar en ti?
      Otra vez volvió aquel intenso dolor que le retorcía el alma hasta hacerle gritar. Cayó al suelo y se quedó hecha un ovillo, mientras veía la muerte cada vez más cerca.  Pero eso no formaba parte de ella, lo que le carcomía no le pertenecía. No pertenecía a ningún humano, a nadie, y era demasiado grande para alcanzar a abarcarlo un solo cuerpo.
      «Porque sabes que tengo razón».
      —¿Y qué pasará con mi vida aquí? No puedo desaparecer sin más.
       «¿Y qué crees que sucederá si apareces un día muerta por algo que nadie podrá entender nunca? Además, volveremos a este mismo instante. Nadie notará que te marchaste.
      El dolor cesó. Naura respiró hondo y miró a los ojos, esos profundos ojos melados. Había algo en ellos, un brillo salvaje y un aire misterioso, que la atraían.
      —¿Y dices que me protegerás?
      «Con mi vida, si fuese necesario», «Te lo prometo»