La felicidad, ¿qué es? Esa pregunta me vi obligada a planteármela hace poco tiempo, y mis conclusiones quizá no sean más que un desvarío absurdo, demasiado lejano para equipararse a los grandes pensadores de la filosofía, pero tampoco pretendí creérmelo cuando lo escribí así que, en cierto modo, es lógico que no sea muy brillante. Sin embargo, espero que os resulte interesante o, por lo menos, os parezca que tiene algún tipo de belleza formal, no sé. Aquí va:
Felicidad, ¿qué es? Supongo que el sentimiento capaz de degradar a la tristeza en un momento de nuestra vida que se nos antoja como una estrella fugaz. Quizá sea un poco confuso, pero mi pensamiento no es infundado y a todos nos ha sucedido alguna vez lo de sonreír tras un velo de lágrimas, aún con el corazón destrozado ser capaz de sonreír es hermoso, y recuperar la felicidad un instante demuestra que lo que digo tiene parte de verdad.
La felicidad tampoco puede ser perfecta. Nada en nuestra vida lo es, ni siquiera el ser humano escapa de esa imperfección. Entonces, ¿por qué esperamos de una emoción algo que ni nosotros mismos podemos alcanzar? Si me lo permitís, me gustaría citar una frase de los Juegos del Hambre para sintetizar una respuesta lo más exacta posible «Somos seres imperfectos y con una alta capacidad de autodestrucción». Creo que, después de esto, no cabe la menor duda sobre lo que quiero decir aunque, por si acaso, me gustaría analizar esta oración.
«Somos seres imperfectos...». Empecemos por el principio: la felicidad perfecta no existe porque no existe nada perfecto a nuestro alcance y, por mucho que nos esforcemos, no podremos crear perfección. Parece frustrante, lo sé; para no deprimirme me gusta pensar que esa necesidad de perfección es la que nos lleva a superarnos día a día.
«...y con una alta capacidad de autodestrucción». Esto nos lleva a pensar que, en el supuesto caso de que fuéramos capaces de crear algo perfecto, la felicidad en este caso, nuestra naturaleza provocaría la destrucción del mismo. ¿Por qué? Esa pregunta me hago yo. ¿Por qué las personas nos hacemos sufrir entre nosotras? ¿Por qué la necesidad de sentirte superior al mundo, de querer jugar a ser Dios y creerte quién para juzgar si lo que hacen los demás merece reproche o no? ¿Por qué la pobreza? ¿Por qué el racismo, la homofobia, la exclusión social o la esclavitud? ¿Por qué? Nacemos, crecemos y morimos. Nada de eso cambiará por muchas vidas que te empeñes en destrozar a tu costa, por muchos países que sometas, ¿por qué insistir en destruir la felicidad de otras personas y, con ellas, la tuya propia? Es absurdo: vinimos de la tierra y a ella volveremos, y nadie se convertirá en pepitas de oro por haber sido más o menos poderoso. Esto nos lleva a otra curiosa reflexión y es que la felicidad perfecta no existe porque en nuestra naturaleza está el que no esté y, al estar rodeados de gente con los mismos instintos, por mucho que queramos cambiar, siempre habrá alguien allí que se crea oro para acabar con nuestra felicidad.
Y en nuestra necedad nos vemos frustrados por la incapacidad de satisfacer una quimera y nos empeñamos en afirmar que no existe, y surgen frases como «La felicidad no existe», «El ser humano es infeliz por naturaleza». Pues sí, nuestro concepto de la dicha no es real, así que ya podéis llorar esta gran pérdida para la humanidad: la felicidad no existe, y no seré yo quien lo contradiga, sólo quiero añadir unos matices: la felicidad idílica de vivir en un mundo más allá del arcoiris y estar sonriendo todo el día no es natural y los métodos para alcanzarla no es que sean muy beneficiosos para el organismo.
Lo mejor que podemos hacer es aceptarlo. En nuestra vida las lágrimas y las sonrisas se alternan y no podemos controlar la balanza que se inclina a un lado u otro dependiendo del viento que sople. Hace tiempo llegué a la conclusión de que, cuanto más has sufrido y más has llorado, más fuerte suena tu risa y el torrente que es la felicidad corre con más fuerza dentro de ti. Nadie está llamado a ser un desgraciado toda su vida, al igual que nadie puede pretender irse del mundo con un corazón intacto.
Pienso que la idea de alcanzar la felicidad es la que nos ayuda a ponernos en pie cuando nos caemos, a emprender el camino en su busca, a esquivar piedras y vadear ríos, a pensar que el mañana siempre será mejor que el ayer y que después dela tormenta siempre sale el sol. La felicidad es la promesa de la vida de que, por muy fuerte que nos golpee y mucho que nos pueda llegar a arrebatar, un rayo de luz podrá guiarnos entre la tormenta y, quizá, encontremos el valor suficiente para reír cuando lo único que queramos sea desaparecer.
hola..!!
ResponderEliminarme ha gustado como escribes, llegue a este blog de pura casualidad y me ha gustado por ello ya he comenzado a seguirte, te invito a que visites el mio
pasionporlalecturajuvenil.blogspot.com
Espero te pases !!
Besos ♥