Nadie lo
entendía. Su interior estaba muerto, pero parecía viva por fuera. Ya no sentía,
ni amor, ni odio, aunque su cuerpo podía seguir moviéndose, y aquello le
desesperaba. Ese era el problema, necesitaba experimentar que su cuerpo no era
lo único que todavía le ataba a la vida. La única salida que encontró fue el
dolor, aquel viejo compañero que le había llevado a donde estaba ahora, al
vacío, la nada.
Con
una mano temblorosa, cogió la cuchilla y se hizo una marca por cada sentimiento
que echaba en falta, y una a una, las cargas se diluían momentáneamente en la
sangre que manaba de ellas. Perdió su apuesta con la muerte. Sin pretenderlo,
terminó con el mayor peso que había soportado hasta entonces, su vida, y como
una mordaz ironía del destino, cayó muerta y sola al cortar los pocos hilos que
le ataban a la vida, sus venas.
Lourdes
Triste pero muy bonito!!!Enhorabuena por tu premio.Besitos
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