¿Por qué nos afanamos a intentar capturar cada una de las imágenes que pasan por nuestra mente en una palabra? Son etéreas, van y vienen y el único significado que tienen es el concepto que tratamos de representar con ellas. ¿Por qué los seres humanos tenemos la necesidad de contar lo que ha ocurrido, lo que sucede, lo que acontecerá y lo imposible? Ciertamente, somos afortunados, se nos ha entregado el don de la palabra y todo lo que trae consigo.
La humanidad se ha pasado demasiado tiempo buscando lo extraordinario en seres surgidos de la necesidad de saber y en la naturaleza, en un esfuerzo vano por encontrar algo que siempre estuvo dentro de ellos mismos.
Me encantaría gritar al viento que la magia que nos pintan en los libros existe, que los unicornios y los dragones son reales, que puedo entrar en una escuela de hechicería en lugar de ir a un instituto corriente. Como digo, me encantaría hacerlo, pero no puedo porque me engaño a mí misma. Me aburrí de buscar fuera y miré en mi interior, descubrí maravillas que nunca había imaginado que tendría, y entre ellas encontré la palabra, tímida, frágil y encogida, temerosa de sobresalir en un mar de personas que siguen empeñadas en lo que ocurre fuera.
A pesar del temor a las opiniones ajenas y al futuro, la saqué, y al observarla caminar comprobé que tenía una peculiar manera de actuar: poseía una fuerza tan grande que absorbía todas las ideas que había a su alrededor y las ponía forma, como un agujero negro invertido que, en lugar de destruir, crea.
Y de la palabra surgieron los libros, los escritores, y todo lo que trajo consigo. A pesar de lo extraordinario de encerrar la realidad en grafías, debemos tener muy presente que no dejan de ser eso, letras, y que el único poder que tienen depende de la persona que las lea y de si está dispuesta a dejar que entren en su vida o no.
Y ahí está la magia.
La humanidad se ha pasado demasiado tiempo buscando lo extraordinario en seres surgidos de la necesidad de saber y en la naturaleza, en un esfuerzo vano por encontrar algo que siempre estuvo dentro de ellos mismos.
Me encantaría gritar al viento que la magia que nos pintan en los libros existe, que los unicornios y los dragones son reales, que puedo entrar en una escuela de hechicería en lugar de ir a un instituto corriente. Como digo, me encantaría hacerlo, pero no puedo porque me engaño a mí misma. Me aburrí de buscar fuera y miré en mi interior, descubrí maravillas que nunca había imaginado que tendría, y entre ellas encontré la palabra, tímida, frágil y encogida, temerosa de sobresalir en un mar de personas que siguen empeñadas en lo que ocurre fuera.
A pesar del temor a las opiniones ajenas y al futuro, la saqué, y al observarla caminar comprobé que tenía una peculiar manera de actuar: poseía una fuerza tan grande que absorbía todas las ideas que había a su alrededor y las ponía forma, como un agujero negro invertido que, en lugar de destruir, crea.
Y de la palabra surgieron los libros, los escritores, y todo lo que trajo consigo. A pesar de lo extraordinario de encerrar la realidad en grafías, debemos tener muy presente que no dejan de ser eso, letras, y que el único poder que tienen depende de la persona que las lea y de si está dispuesta a dejar que entren en su vida o no.
Y ahí está la magia.
Me ha gustado. Besitos 😘
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