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domingo, 1 de noviembre de 2015

La luz de la oscuridad

      El  mundo es un lugar confuso. Alguien dijo una vez que la oscuridad era mala y el día era bueno y, desde ese instante, nadie se volvió a replantear esto. Y aquí estoy yo, convencida de que en la oscuridad puede haber belleza, de que la noche también puede ser nuestra luz porque, si lo pensamos, la luna y las estrellas sólo brillan entonces.
     La  hermosura salvaje de un cielo estrellado no se puede comparar con el sol brillando sobre nuestras cabezas y tornando esa cúpula que nos cubre de un tono demasiado uniforme. Hay veces que el sol es demasiado  brillante como para ver qué es lo que hay más allá y, en esos momentos, las sombras quizá sea lo que más necesitamos; tal vez, lo único que ha necesitado el ser humano para sentirse único es justo aquello que él mismo se ha encargado de calificar como negativo. Todos somos especiales, tenemos nuestra propia luz y la única razón por la que esta gran verdad nos parece ficticia o una licencia poética es que hay algo mucho más potente que nosotros o que, simplemente, vemos más cerca o con mayor claridad. En ese sentido, el quedarnos a oscuras es la única solución para encontrarnos a nosotros mismos, sin nada que pueda eclipsarnos o hacernos sentir más pequeños.
      El único sentido que le veo al temor a la oscuridad es de el encontrar algo en ella que no queramos ver, cuya luz sea tal que nos ciegue. Lo que nos aterra de las tinieblas es aquello que reluce en ellas, que jamás imaginamos que pudiese estar oculto por el sol.
Amamos la luz, nos guiamos por ella y basamos nuestra vida en su existencia. ¿Por qué? Porque tenemos miedo de caminar siguiendo nuestra propia estrella y darnos cuenta de que, entonces, el sendero se vuelve un tanto confuso.
      Pocas personas son capaces de caminar a ciegas, y el valor no siempre es la cualidad que las impulsa a ello. Para enfrentar la penumbra no es necesario ser valiente; simplemente aceptar que podemos brillar, que somos capaces de lograr algo grande, y no tener miedo de llegar a ser más que el mismo sol.
      En conclusión, la luz no implica necesariamente un bien, tan sólo una excusa para vivir con tranquilidad y con relativa comodidad una vida que, irónicamente, la luz nos está ocultando. Así que, yo preguntó, ¿por qué la noche no puede ser nuestro  día y la luz nuestra oscuridad?

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