El sol se esconde y el viento se levanta mientras te das cuenta de todo lo que las hojas se llevarán con su caída. Recuerdos. Pero no estás dispuesto a permitir que las páginas del calendario vuelen tan deprisa. El verano sigue ahí y, aunque débil, aún guarda los momentos que pasaste junto a ella: el primer beso es tu mayor tesoro, la forma torpe en la que le demostraste que te importaba, más de lo que te habría gustado, que querías ver amanecer y anochecer junto a ella, y ver cómo el sol se escondía y el viento se levantaba de nuevo.
INVIERNO
Los recuerdos se tiñen de nieve y las páginas del calendario que se perdieron se confunden con el blanco que recubre tu mundo. Todo es tan triste, tan claro, hasta que vuelves la vista al cielo y te das cuenta que está tan oscuro como tu alma, que el sol que fue ella se escondió y no volverá a salir. Asúmelo. No puedes. Mires donde mires encuentras las lágrimas que derramaste cuando ella se fue, y en el eco del viento los gritos que, en vano, pronunciaste para impedir su partida. Esos ecos olían a promesas de chocolate caliente en invierno y calor en plena ventisca. Ahora, podía haberse quitado el abrigo y seguir sintiéndose helado, o tomar un chocolate caliente para ver cómo se granizaba. Porque ella era su sol, ese que no volvería a salir.
PRIMAVERA
Las flores rompen la barrera del hielo y renacen. El mundo es una explosión de color. Ese no es tu lugar, no sin ella. Eres oscuro y frío, como la capa de hielo que muere. Quizá haya llegado el momento de reunirte con ella, de dejar atrás la vida que le prometiste y convertirte en esa amapola que te observa desde la distancia. Ella también fue como una de esas flores, que comenzó a perder pétalos demasiado pronto y encontró el invierno en mitad de la primavera. Cuando intentas cortar la amapola, alguien te detiene. Alzas la cabeza y observas su rostro. No es ella pero es hermosa. Te toma de la mano y tú la sigues. No tienes nada que perder. Las hojas del calendario se derriten despacio con ese nuevo sol.
VERANO
El sol gobierna en el cielo. Un nuevo calendario corre de nuevo. Ella sigue ahí pero has aceptado que no podrá seguir iluminándote. Está muerta y continuar una historia sin uno de los protagonistas es absurdo. Aún la amas y desearías poder estar sentado en la noria junto a ella, aunque no sucederá. Lo sabes, y es por eso que sonríes. Un nuevo sol sale y ahora por fin deseas que el viento se levante, porque has comprendido que las hojas que se cayeron llegaron hasta ti y que tus recuerdos son más fuertes que el paso de las estaciones, pero debes continuar, sabiendo que, algunas veces, el tiempo se detendrá y que en otras irá más deprisa. Acéptalo, antes de que llegue tu invierno.
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